Manuel de Gracia. Rosal Rojo. Villanueva de la Vera

MANUEL DE GRACIA. MI PADRE.

Transcribo la presentación del catálogo de la exposición de mi padre, Manuel de Gracia, en la Galería Ansorena de Madrid.

«Cuando mi padre me propuso escribir la presentación de este catálogo, sentí un gran orgullo y a su vez una enorme responsabilidad, pero no imaginé lo difícil que sería enfrentarme a la palabra escrita para expresar todo lo que mi corazón sentía.

Mi padre, Manuel de Gracia, cumplirá en el transcurso de esta exposición ochenta años. Toda una vida dedicada a la pintura, su gran vocación y a su compromiso hacia los demás, con unos ideales de justicia, lealtad y amistad que han tenido, no lo dudo, un fuerte poder de atracción para todo aquel que ha admirado su obra y le ha admirado también a él como persona.

Cuando echo la vista atrás, ya desde niña, siempre le recuerdo pintando. Pintando y viajando. Porque, vida y obra, en él, van de la mano. Siempre a la búsqueda de nuevos temas, nuevos motivos para plasmar en sus cuadros. Arrastrando a toda la familia, con el coche repleto de lienzos por pequeños pueblos y maravillosas ciudades a lo largo de toda España, Europa y Marruecos. Una exposición de su pintor favorito, el otoño o una nevada en París, una llamada de amigos desde Chaouen…cualquier motivo era interesante para emprender un viaje. Son incontables las anécdotas que guardo en mi memoria. Es y ha sido un hombre feliz.

No sé si estos viajes escondían una búsqueda, pero fue cuando descubrió la comarca de la Vera, en Extremadura, cuando supo que allí se encontraba su paraíso.

 

Y ha sido finalmente en Villanueva de la Vera, en plena naturaleza, frente a las montañas de Gredos, donde vive y ha encontrado su lugar soñado, su lugar en el mundo, y donde junto a Carmen, mi madre, han logrado crear un maravilloso vergel.

Me recuerda mucho a su admirado Monet, quien en su jardín de Giverny hizo brotar flores, vida y alegría, como nadie hasta entonces había dado forma su modelo de naturaleza antes de pintarla y plasmándola durante los últimos años de su vida en sus grandes cuadros de nenúfares, fuente de inspiración de sus mejores obras.

¿Quién piensa que un pintor ya no puede ser interesante llegado a esta etapa de su vida? Si Monet no se hubiera sentido querido y apoyado por su marchante Durand-Ruel, no sabemos si hubiera llegado a tener el ánimo suficiente para pintar sus más hermosas obras, hoy expuestas en el Museo de L´Orangerie, y gran motivo de orgullo de los parisinos.

Veo en mi padre, Manuel de Gracia, a sus casi ochenta años, a un Monet en la plenitud de su trabajo con una ilusión, que casi me acompleja, cargado de tantas experiencias y disfrutando de la pintura como si cada día fuese el último de su vida.

Ahora, esta explosión de vitalidad podemos verla reflejada en los cuadros expuestos en la galería Ansorena de Madrid. Su galería de referencia desde hace casi treinta años.

Espero y deseo, que esta lucha tan personal y tan a contracorriente en su búsqueda de lo bello, deje una pequeña huella en todo aquel que contemple su obra y consiga al mismo tiempo, contagiarle de su vitalidad y su alegría. Porque, ¿qué sería de nuestra vida sin un pedazo de belleza?»

 

 



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